Emplazada en uno de los entornos más agresivos del planeta, la estación antártica Halley vi acoge a un grupo de investigación británico compuesto por 53 miembros en verano y sólo 16 en invierno. Está situada sobre un casquete de hielo de 150 metros de espesor, en un contexto donde el sol permanece oculto durante 100 días durante el verano, la nieve alcanza una altura de más de un metro, los vientos soplan a más de 150 kilómetros por hora y la temperatura llega a los -56º C.

El complejo está formado por módulos prefabricados que se montaron en Sudáfrica antes de ser trasladados al Antártico e instalados en apenas doce semanas. Para poder hacer frente a la acumulación de nieve, estos módulos —unidos entre sí formando una cadena que recuerda a un convoy ferroviario— están dotados de ‘patas’ neumáticas que los levantan del suelo y que pueden usarse como esquís que harían posible su traslado a otro emplazamiento, habida cuenta de que el casquete de hielo sobre el que se asientan se desplaza 400 metros al año.

Diseñada para evitar las pérdidas de calor (su U es 0,113 Wm2K), la fachada está compuesta por paneles de plástico reforzado (FRP), pero está dotada de huecos conformados con paneles translúcidos de nanoaerogel y vidrios especiales que permiten la entrada de iluminación natural y la contemplación de auroras boreales.