Escuela de Santa Cruz de Villacurí en Ica
Ander Bados Sesma  Betsaida Curto Reyes 

Escuela de Santa Cruz de Villacurí en Ica

Ander Bados Sesma  Betsaida Curto Reyes 


En el desierto peruano, a medio camino entre Ica y Paracas, se encuentra el asentamiento de inmigrantes de Santa Cruz de Villacurí. En 2007, un terremoto azotó la zona destruyendo su escuela. Durante años, trescientos alumnos han asistido a clases que se impartían en aulas prefabricadas, donde las condiciones de ventilación y salubridad eran deficientes. En 2019, la ONG All Hands and Hearts decidió reconstruir la escuela.

Para la escuela, se plantea una retícula de espacios con dimensiones proporcionales, donde siete aulas y el área de servicios (baños, cocina y espacios del profesorado) se intercalan con espacios al aire libre: un anfiteatro, un amplio patio y un comedor. En un tejido urbano anárquico, las construcciones improvisadas responden a las técnicas constructivas que dependen de la procedencia de quienes las construyen, personas con culturas diferentes. Esta diversidad genera la identidad del entorno. De esta manera, el denominador común entre las construcciones es la utilización de los materiales sin revestimiento, por economía. Concepto que se adopta en la nueva escuela, donde los materiales se dejan a la vista.

Combinando hormigón, madera, caya y estarás con técnicas tradicionales, la construcción reinterpreta las cubiertas iqueñas, formadas por una cámara de aire entre dos techos. Bajo la losa de hormigón, un plano continuo de caña crea una cámara de aire en el interior. Su prolongación genera elementos de sombra en el exterior, reduciendo la temperatura interior mediante la ventilación cruzada. 

Esta obra es una de las finalistas de los Premios Arquitectura del CSCAE

Fotos cortesía del CSCAE