Escenografía de la ópera Rigoletto en Basilea
Pierre Yovanovitch 

Escenografía de la ópera Rigoletto en Basilea

Pierre Yovanovitch 


El joven Victor Hugo al que en 1832 prohibieron representar su Le roi s’amuse so pretexto de lesa majestad no podía imaginar que veinte años después la gente corearía sus versos musicados por las calles de Venecia, Londres, París, y aun La Habana, Constantinopla o Bombay. Verdi tampoco se esperó el enorme éxito de Rigoletto, dado el riesgo que había supuesto adaptar la polémica obra del francés sobre un soberano disoluto y su cínico bufón, pero el público apreció que el maestro se alejase de los temas patrióticos y los cánones belcantistas de sus trabajos previos para desarrollar un drama de pasión con fuerza expresiva e irresistible encanto melódico.

La corte de Mantua que antaño se escenificaba con el fasto de las arquitecturas de Giulio Romano y los frescos de Mantegna ha sido trasladada en montajes contemporáneos a la Little Italy de la mafia o al Planeta de los Simios merced al poder sugestivo y universal del libreto. En cambio, una producción sobre las tablas del Teatro de Basilea hasta el próximo 21 de junio prefiere presentar tres sobrios lienzos curvados en torno a una escalinata, que giran sobre sí mismos para ajustar el espacio de acuerdo a la sucesión de arias y concertantes, con sensuales transiciones lumínicas como único acento de este marco neutro para el possente amor y la tremenda vendetta.