El origen del proyecto es la idea de un edificio que se levanta del suelo para que los niños —protagonistas fundamentales de la intervención— tengan la impresión de habitar un espacio luminoso y brillante, como si estuvieran en las copas de los árboles. La idea de ‘levantarse’ comparte su raíz con la de ‘ayudar’ —quitar peso al dolor—, y esta metáfora redunda con el programa de este centro de cuidados paliativos: un lugar cuyo sentido es aliviar a los niños. A ello contribuye también la relación con la naturaleza: los árboles, las superficies ajardinadas tienen una presencia muy importante.

El edificio consiste en tres pabellones conectados a un cuerpo principal situado en el centro, que adopta la forma de un patio-jardín. Los dos satélites situados al sur del edificio se corresponden con los ocho apartamentos para las familias de los pacientes más jóvenes, mientras que los del lado opuesto dan cuenta de la parte más íntima y espiritual del programa: una capilla o espacio de meditación y una terraza con vistas al valle del Savena, conectados a un tanatorio.

Todos los volúmenes quedan elevados del suelo gracias a una serie de esbeltos pilares de sección circular. En las fachadas predomina el vidrio y los revestimientos de madera.