Con la intención de fundirse de manera armónica con la naturaleza, esta villa introvertida y silenciosa se integra casi totalmente en la pendiente del terreno, evitando excavaciones innecesarias y utilizando la inclinación en su beneficio. Un sencillo corredor quebrado que nace en la carretera de acceso conduce a las escaleras por las que se desciende hacia el interior. Los muros, recubiertos de la misma tierra que da forma a la ladera, se camuflan deliberadamente en ella con la voluntad estética de desaparecer. El espacio interior de la villa, que aspira en cierto modo a la infinitud, se puede reorganizar gracias a los patios y lucernarios asociados a cada una de las plataformas.
El edificio minimiza su presencia en la parte alta de la ladera, hacia la carretera, donde tan sólo se percibe como una cubierta plana perforada por pequeños huecos mientras que, hacia el río que discurre próximo, se presenta como una familia de volúmenes rigurosamente compuesta y lista para ser fotografiada. La villa cuenta en total con seis niveles distintos, que salvan un desnivel máximo de once metros entre la parte más baja y la cubierta. Los espacios residuales bajo las escaleras, que atraviesan la planta de lado a lado, se han aprovechado para alojar dos cuartos de baño... [+]