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The Work of Vector Architects
Gong Dong construye edificios para conmover. Muchos arquitectos consiguen lo mismo, pero pocos hacen de este propósito la razón de su práctica, y menos aún de manera tan explícita; quizá sea deje del intelectualismo que obliga a desterrar las palabras más emotivas de los discursos. El reciente volumen sobre el trabajo de Vector Architects, el estudio que el chino fundó en 2008, lo deja claro: sus obras se deben al corazón tanto como a la cabeza, y la comunión con el lugar y la tradición busca crear obras intemporales, nuevos sueños en pabellones rojos.
Con su seducción gráfica, los croquis y los reportajes de cada proyecto son poderosos transmisores de esta poética, pero el curioso que tenga en sus manos el tomo se preguntará si los textos colaboran por igual. El verbo de los poetas, decía Valle, no requiere de gramática para mover las almas; su esencia es el milagro musical. Y en ese sentido, la arquitectura de Vector no necesita exégesis académicas para demostrar su exquisita sensibilidad y su poder fenomenológico, pues los recortes del paisaje, el juego de claroscuros y la pátina de los materiales hablan por sí mismos. Una lectura atenta contextualizará y esclarecerá, pero con los ensayos que ordenan la monografía pasa como con las traducciones de shi; parece que parte de su melodía enigmática se pierde con las explicativas anotaciones al margen.
No será por la calidad y el rigor de las plumas que honran el libro, sino por el exceso de luz arrojada sobre intenciones sencillas, que en su disección se despojan del halo de una cultura remota: por más que parte de la formación de Dong se diese en Occidente, solo la mención de Hai Zi entre tanto Le Corbusier, Merleau-Ponty o Bachelard conjura la realidad lírica del País del Centro. En la coda, el propio arquitecto reexpone el tema de manera más evocadora, aunque uno termina preguntándose si mejor hubiera hecho como el Mendelssohn que decidió dejar sus Lieder sin letra, no por expresar sentimientos demasiado indefinidos, sino por el contrario, demasiado definidos.