¿Cómo surge la prosperidad de Occidente? Dos monumentales obras recientes de profesores norteamericanos ofrecen respuestas inesperadas. Walter Scheidel, que enseña cultura clásica, historia y biología humana en Stanford, argumenta que fue el fracaso del Imperio Romano y la consiguiente fragmentación política europea lo que estimuló la competencia y el crecimiento económico de la modernidad; Joseph Henrich, profesor de biología evolutiva humana en Harvard, atribuye a los cambios en organización familiar y prácticas matrimoniales la transformación de las estructuras psicológicas occidentales y el surgimiento del mercado libre que alimentó el ascenso de la prosperidad. Ambas interpretaciones son iconoclastas: la del historiador Scheidel, porque la visión convencional otorga ventajas materiales a la dimensión de los imperios, y por lo tanto considera la caída del Imperio Romano una catástrofe sin paliativos; la del antropólogo Henrich, porque desde Max Weber se asocia el surgimiento del capitalismo a la ética protestante, y en su relato es la prohibición católica del matrimonio entre consanguíneos lo que destruye los lazos tribales comunitarios y estimula el individualismo competitivo que está en la base de la revolución industrial y la expansión del poder europeo.
Escape from Rome no se ocupa sólo de Roma, sino que explora la historia comparada de los imperios, analizando su ascenso, caída y reconstrucción con ayuda de gráficos y mapas que arrojan una luz insólita sobre los dos últimos milenios. Roma y China son en todo caso protagonistas de un relato que considera los imperios hegemónicos como la regla, y Europa como una excepción donde el policentrismo y la fragmentación competitiva del poder permitieron un desarrollo político, financiero y técnico excepcional, aunque conseguido siempre en el marco del conflicto intestino y las guerras incesantes. El libro se inscribe en esa Big History que ha ensanchado el foco con el que contemplamos el pasado, lo que justifica los elogios que ha recibido de autores como David Christian o Peter Frankopan, que se suman a las de su colega el historiador clásico Peter Brown, al que deja con «la impresión de ver por primera vez la Tierra desde la superficie de la Luna».
The Weirdest People in the World subraya también la excepcionalidad occidental usando el acrónimo WEIRD (Western, educated, industrialized, rich, and democratic) y explica lo raros que resultan rasgos como el respeto a una ley impersonal, la aceptación del experimento científico o social y la disponibilidad para confiar en extraños. La democracia liberal y el capitalismo competitivo exigen un individualismo incompatible con las constricciones de la familia extendida y la comunidad, que constituyen la norma en la mayor parte del mundo, y Henrich no busca el origen de esa excepción en la reforma protestante, sino en las normas papales que excluyeron el matrimonio entre primos, obligando a buscar pareja fuera de la aldea y modificando la estructura psicológica de los europeos. El antropólogo se juzga continuador del trabajo de Jared Diamond, que en su clásico Guns, Germs and Steel de 1997 propuso una hipótesis geográfica, climática y biológica para explicar el auge de Occidente —la disponibilidad de plantas y animales domesticables en Eurasia, y su extensión este-oeste a lo largo de latitudes semejantes— pero entiende que todo ello explica la desigualdad global hasta el año 1000, sin dar cuenta del despegue ulterior de Europa, que debe atribuirse al socavamiento religioso de las fidelidades tribales.
Si la explicación histórica de la desigualdad geográfica suscita tal interés se debe sin duda a que muchos países buscan afanosamente el camino hacia la prosperidad: estudiamos el pasado para modelar el futuro. Quizá pocos lo saben tan bien como el politólogo Francis Fukuyama, que ha definido como ‘getting to Denmark’ ese itinerario de superación, y que ha sido el intelectual público que más notoriamente ha elogiado estos dos ambiciosos, fascinantes e iconoclastas volúmenes.