Al iniciarse cada década, se pronostica la muerte del libro en su transcurso. Pero este enfermo terminal goza de buena salud, y desde la sustitución definitiva del rollo por el códice en el siglo IV los cuadernos plegados, cosidos y encuadernados han sido el principal instrumento para la transmisión del conocimiento, manuscritos primero e impresos desde Gutenberg. Así quizá no sea mala idea iniciar las cien secciones de libros que pretendemos publicar en la década con una reseña de dos libros británicos recientes que se ocupan de la vida fascinante de los manuscritos, esos códices tempranos que cartografían la historia del pensamiento, y que en algunos casos exhiben una belleza miniada que los convierte en objetos exquisitos. El experto anticuario y bibliotecario Christopher de Hamel, en Meetings with Remarkable Manuscripts, se ocupa efectivamente de una docena de esos códices iluminados medievales, todos de una calidad artística deslumbrante, y describe su relación con ellos como encuentros especiales que le permiten explorar la singularidad de su trayecto en el tiempo. Y en The Map of Knowledge, la joven historiadora Violet Moller usa tres manuscritos de carácter científico, copiados sucesivamente de siete ciudades diferentes durante la Edad Media, para explicar la conservación y transmisión del conocimiento clásico desde la Antigüedad hasta el Renacimiento.
Christopher de Hamel estuvo largo tiempo vinculado a la casa de subastas Sotheby’s, y su erudito recorrido por los códices —que se extienden desde los Evangelios de San Agustín de finales del siglo VI hasta las Horas de Spínola de principios del XVI, y que incluyen joyas admirables como el libro de Kells, el Beato Morgan o las Horas de Juana de Navarra— es deudor de la fascinación ante piezas de valor incalculable, a cuyo encuentro acude con la reverencia y la expectación que marca la ocasión de estar en presencia de una celebridad. Así, la minuciosa información histórica sobre cada uno se anima con anécdotas y recuerdos personales que otorgan al prolijo relato una amenidad seductora, y con la descripción literaria de las instituciones que los conservan y de las personas que orbitan en torno a ellos: un logro colosal que consigue dar vida al pasado que albergan estos objetos preciosos, a los que nos acerca con detalle íntimo y pasión histórica.
Violet Moller, por su parte, no se ocupa tanto de manuscritos preciosos como de aquellos que transmitieron el conocimiento científico del mundo antiguo, y centra su exploración en tres de ellos: los Elementos de Euclides, el Almagesto de Ptolomeo y las recopilaciones de escritos de Galeno, que cristalizan las matemáticas, la astronomía y la medicina del periodo clásico, y que se reencontrarían en el Renacimiento tras un largo trayecto de traducciones y copias realizadas por sabios y escribas, muchos de ellos del mundo islámico. La historiadora establece siete estaciones en ese periplo, correspondientes a las ciudades que se convirtieron en focos culturales de distintos momentos del transcurso, desde la Alejandría del siglo VI hasta la Venecia del XV donde los manuscritos alcanzarían forma impresa, y pasando sucesivamente por Bagdad, Córdoba, Toledo, Salerno y Palermo, en un viaje extraordinario que nos ilumina sobre nuestros orígenes y refuerza nuestra devoción por ese invento maravilloso que es el libro, manuscrito en su infancia, impreso hoy para llegar a todos, y las noticias de cuya muerte, glosando a Mark Twain, han sido exageradas.