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Thirteen Blighted Lives
Como en la ópera, entre los arquitectos también ha habido muertes célebres. Pero la colisión de un tranvía, la desaparición en alta mar o el colapso en los aseos de una estación de tren no son sino las escenas finales de existencias que, por lo general, eran intensas, fructíferas y las más veces longevas, como si encadenar encargos sirviese de pretexto para aplazar la cita con la parca. Si los éxitos profesionales se asocian a una vida plena, ¿qué pasa entonces con los que por el camino experimentaron fiascos? Charlotte Van den Broeck parece tenerlo claro, sus vidas se cortan anticipadamente. «Los arquitectos fracasados se suicidan».
Las especulaciones en torno al proyectista de la piscina municipal de su ciudad natal, supuestamente consumido por la culpa a causa de los sucesivos vicios de diseño, despertaron en esta joven poeta belga una fijación con el más alto precio que deciden pagar algunos arquitectos: extremo al que puede conducir un ejercicio sometido a responsabilidades y presiones públicas, en cuanto que arte siempre oscilante entre el tormento y el éxtasis. A través de trece miniaturas, su primera incursión en la prosa la lleva a conocer edificios repartidos por Europa y Estados Unidos cuyos autores, bien por sus errores, incomprensión o desmesurado perfeccionismo, acabaron condenándose al séptimo círculo infernal.
Aderezando el relato de estas trayectorias malogradas con apuntes autobiográficos y experiencias de su periplo, el libro conforma un luctuoso pero fascinante cuaderno de viaje a la manera de las visitas a cementerios de Mariana Enríquez. Aunque los protagonistas, salvo Borromini, sean figuras menores y muchas de las obras no tengan mayor relevancia que su leyenda negra, las historias dan pie en todo caso a encendidas reflexiones sobre el doble filo, ora salvífico ora destructor, de la disciplina. Y sin romantizarlos como muchos libretos, lo que se termina valorando más de estos desenlaces fatales son los denodados esfuerzos previos que permitirían a cada cual decir con orgullo: «Viví del arte».