La técnica no es neutral. Los adalides de las vanguardias del siglo xx la utilizaron como punta de lanza ideológica para justificar, con razones presuntamente objetivas, el nuevo mundo de formas que se quería instaurar. Usados por unos con indiferencia pragmática, los muros cortina, las estructuras de hormigón o acero y las redes de aire acondicionado se vieron por otros como el abecedario fundamental del lenguaje del futuro: el lenguaje que habría de superar las ominosas contradicciones entre la arquitectura y el ‘espíritu de la época’.
El prejuicio tecnocrático alcanzó probablemente su cénit en las proclamas de la década de 1920, pero refloreció con fuerza décadas más tarde, sostenida por las inquietantes ideas vertidas por un joven ingeniero británico, discípulo improbable de Nikolaus Pevsner, en un libro de título algo pretencioso: Theory and Design of the First Machine Age (1960). En él, Reyner Banham desmontaba los mitos de las vanguardias, sosteniéndose en una afirmación que, pese a ser tan dogmática, tendría mucho predicamento posterior: Le Corbusier, Gropius y Mies habían fracasado porque su defensa de la tecnología había sido sólo una coartada; no se habían atrevido a seguir la proclama del Conde de Lautréamont de ‘ser absolutamente modernos’; y, por tanto, a la modernidad le quedaba aún por afrontar el gran reto que ella misma se había autoimpuesto, el reto de elaborar un lenguaje tecnológico que estuviera de verdad a la ‘altura de los tiempos’.
Pese a sus muchas contradicciones, y pese a estar tan alejado de la ideología de la sostenibilidad hoy imperante, la figura de Banham no ha dejado de ganar prestigio, y el primero de los libros que se van a reseñar aquí no hace sino fortalecerla. Con todo, Reyner Banham and the Paradoxes of Hight Tech, escrito por el profesor Todd Gannon, no se limita a convalidar las perspectivas que conocemos sobre el historiador británico (el Banham a contracorriente de Tournikiotis; el Banham futurista de Vidler; el Banham pragmático de Whiteley), sino que ofrece un enfoque complementario y distinto a la vez. Para Gannon, el Banham preocupado por dar las claves del high-tech es un Banham abocado a la contradicción, que, si por un lado, vindica la tecnología, el estilo y la estética, por el otro termina escribiendo de tradición, eficacia y ética. Para dibujar la compleja silueta que le interesa, Gannon trabaja sobre todo con los textos tardíos del británico (el volumen recupera, de hecho, uno de sus textos inéditos), y elabora un convincente relato que se sostiene en varios jalones: desde el análisis del contexto de la posguerra hasta las últimas reflexiones de Banham sobre la esencia de la arquitectura, pasando por otros momentos que no por conocidos dejan de presentarse a una nueva luz, como la defensa del well-tempered environment o la proclamación del high-tech como ‘estilo de la época’.
Uno de los temas que aborda con solvencia Gannon es la tutela ejercida por Banham sobre toda una generación de arquitectos británicos, entre los cuales el más radical fue Cedric Price, empeñado en alcanzar una arquitectura que acabara disolviéndose a sí misma: una arquitectura que fuera una ‘antiarquitectura’. Más allá de este lugar común, The City and the Architecture of Change: The Work and Radical Visions of Cedric Price resulta semejante al libro anterior en su ambición de dibujar un perfil más complejo de la figura estudiada. Presentando abundante material inédito, su autora, Tanja Herdt, propone un estudio de casos que abarca el Aviario de Londres, los proyectos cibernéticos como el ‘Generator’ y, por supuesto, hitos como el Fun Palace o las Potteries Thinkbelt, para acabar concluyendo que la fascinación tecnocrática de Price por la obsolescencia, la cultura de los media o la informática deben incardinarse en una preocupación social más amplia, que tuvo en lo urbano su foco más fundamental. Es un ensanchamiento de perspectiva que, al cabo, consigue ligar al Price más visionario con los problemas que hoy impone la agenda de la globalización.