Carlo Piano llama a su padre ‘el Explorador’, y ha imaginado con él un viaje de ocho meses en un buque oceanográfico de la Armada italiana, que va tocando puerto en muchas de las ciudades donde Renzo Piano ha construido obras, y ambos entienden la aventura como una búsqueda de la mítica Atlantis de Platón, que es en realidad una búsqueda de la belleza. Por su parte, Lia Piano describe su infancia en una gran villa rodeada de jardines, y usa las diferentes estancias de la casa para trazar el retrato entrañable de una familia singular, un fresco delicioso de niños y adultos extravagantes que se despliegan alrededor de un padre centrado en la construcción de un velero en el sótano. Dos de los hijos del arquitecto coinciden pues en las librerías con sendos homenajes a la trayectoria creativa y a la personalidad cálida del maestro de Génova, un acontecimiento insólito por cuanto la mayor parte de los relatos filiales de celebridades suelen ser ajustes de cuentas con el padre autoritario o ausente.
El libro que firman conjuntamente padre e hijo interesará más a los arquitectos, porque bajo la forma de un relato de aventuras marinas va repasando los hitos construidos de la carrera del genovés, descritos con la amenidad narrativa y los conocimientos náuticos que aportan el oficio de periodista y la afición al mar de Carlo, y revisitados con inteligencia crítica e inspiración poética por Renzo, que comparte con su hijo la pasión por la navegación, y que bajo la forma de extensos diálogos a bordo del buque rememora su biografía y reflexiona sobre el impulso que ha guiado su búsqueda metafórica del continente sumergido. Pero este libro a dos manos es algo más que una extensa entrevista novelada porque, además de arrojar luz sobre la carrera y las ideas del arquitecto, recorre los mares y puertos del planeta con la persuasión y el impulso narrativo que aporta la destreza literaria y la rigurosa documentación de Carlo, que incluso se embarcó en un navío de la Armada para hacer más verosímil este cuaderno de bitácora.
La obra de Lia Piano, licenciada en literatura y experta editora de las publicaciones de la Fundación Renzo Piano, está más orientada al público general, que le ha otorgado la estupenda acogida manifiesta en la inmediata traducción al castellano. El relato de su infancia disparatada y feliz palpita con sensibilidad, inteligencia y humor, y si la crítica la ha relacionado inevitablemente con la novela de Gerald Durrell, Mi familia y otros animales, la narración mágica de Lia tiene la dimensión arquitectónica que le otorgan los flashes biográficos de su padre Renzo, y sobre todo el protagonismo de la casa: evocada en la primera página con un dibujo de Shunji Ishida —un arquitecto japonés que, como nos cuenta Carlo, «lleva con mi padre más de cuarenta años; se le averió el coche en Génova durante su luna de miel con su esposa Sujako, y ya no se fue»—, y cuyas diferentes piezas, rincones y pasillos dan título a cada uno de los capítulos, donde se suceden la cripta de las merluzas o la balada del semisótano con las habitaciones de invitados o el gallinero participativo, la alegría de un terraplén en el jardín o los vientos que soplan en la planta baja.
La edición inglesa de Atlantis se presenta como un ‘non-fiction’ book, y la española de Planimetria di una famiglia felice como una novela, pero esa estricta atribución a géneros no describe bien dos tributos cálidos y filiales que cruzan felizmente las fronteras entre la verdad y la ficción, la invención y la memoria, la poesía y la vida.
El Mundo: La familia excéntrica, anárquica y genial de Renzo Piano