Le Grand: un subtítulo realmente apropiado. Y no sólo porque Le Corbusier es uno de los más grandes entre los arquitectos del siglo XX —y de toda la historia—, sino también porque el producto editorial es verdaderamente grandioso.
Empecemos por lo segundo. Se trata de una impresionante caja que contiene dos volúmenes: uno enorme, de 768 páginas, con el contenido fundamental de la obra; y otro muy fino, de 80 páginas sin numerar, con traducciones al inglés de los documentos reproducidos; todo ello, en un formato A3 ligeramente ampliado (32x42 centímetros). En suma: un mamotreto de ocho kilos de peso, francamente difícil de manejar como ‘libro', pues para verlo cómodamente haría falta un facistol. Phaidon produce así otro libro más de formato descomunal, que se suma al Atlas of Contemporary World Architecture (2004, 52×37 centímetros, 824 páginas; véase Arquitectura Viva 98) y al Atlas of 21st Century Architecture (2008, 54×44 centímetros, 812 páginas).
Pasemos al interior. En la portadilla dice que el libro ha sido «concebido y redactado por el equipo editorial de Phaidon», pero con la colaboración de dos especialistas (Jean-Louis Cohen y Tim Benton), lo que hace que el contenido tenga un carácter más erudito que las recopilaciones antes mencionadas.
Cohen (autor de Le Corbusier: la planète comme chantier, 2005; véase Arquitectura Viva 107-108) aporta una espléndida introducción sobre las ‘mil caras' del Corbu: visionario, constructor, geómetra, urbanista, escritor, pintor y escultor, historiador, eremita y profeta, hijo, marido, socio, amigo, trotamundos, personaje público, animal político y recopilador de recuerdos. Pero el diseño editorial no ha tenido consideración con el lector: las notas que incluye Cohen no están a pie de página, sino al final del libro, con lo que su consulta supone un esfuerzo ímprobo.
Por su parte, Tim Benton (autor de Les villas de Le Corbusier et Pierre Jeanneret, 1920-1930, 1984) ha redactado los breves textos introductorios que abren los diez capítulos de los que se compone la obra.
Pero, ¿hay algo que no sepamos ya del Corbu? La verdad es que no queda mucho por descubrir, aunque los fondos de la Fundación siguen aportando nuevos documentos, en especial cartas y contratos. Además, la Oeuvre complète plantea el problema de que el propio arquitecto publicó el material que consideró fundamental para explicar su obra. Ha sido, pues, un reto historiográfico sacar a la luz lo que Le Corbusier no quiso hacer público.
Entonces, ¿qué tiene de novedoso este libro de Phaidon? Pues, fundamentalmente, mucho material gráfico y documental inédito, y algunas informaciones curiosas sobre la vida y la obra del arquitecto.
Sobre esto último, cuenta Cohen que Le Corbusier estudió en una escuela Montessori con los bloques de Froebel (como Frank Lloyd Wright); que Auguste Perret le enseñó no sólo a usar el hormigón armado, sino también a montar en bicicleta; o que hizo un proyecto, afortunadamente no realizado, para restaurar la villa Saboya con piezas de béton brut como las de La Tourette. Sin embargo, sobre el diseño del modulor no se explica el cambio de la estatura inicial (1,75 metros, del propio Corbu) a la definitiva (1,83 metros o 6 pies, mínimo exigido a los bobbies de Londres).
Luego el libro nos informa de que Josef Hoffmann nunca le ofreció trabajo en 1907 porque nunca llegaron a encontrarse; que su ‘viaje a Oriente' fue en autoestop, algo insólito en 1911; que en Atenas visitó diariamente el Partenón durante tres semanas; que sólo aprendió a nadar en 1926, ya con 38 años; que a su mujer, Yvonne (oficialmente Jeanne Victorine), la llamaba cariñosamente Vonvon; que su espantosa cicatriz del muslo derecho fue consecuencia de dos operaciones y «dos metros de sutura», debido a que una motora le pasó por encima mientras nadaba y casi le cortó la pierna; y que de su proyecto para Bagdad (1957), el gimnasio fue finalmente construido en 1980 por Sadam Husein.
También aparecen imágenes de las dos mujeres con las que el arquitecto mantuvo una intensa relación personal: Marguerite Tjader Harris y Minnette de Silva. La admiración hacia el Corbu de esta última queda patente en una carta en la que dice que ha empezado a estudiar francés «solamente para hablar» con él, ya que Le Corbusier se resistía a hacerlo en inglés.
Pero el esfuerzo por aportar material inédito no ha evitado los errores documentales, algunos debidos claramente a que la espectacularidad parece haber tenido preferencia sobre el rigor. Por ejemplo, hay fotografías antiguas que no resisten la tremenda ampliación sufrida (páginas 57 y 147). Y algo similar ocurre con algunos dibujos, que nunca deberían ampliarse (página 91).
Otros errores son de identificación, impropios del prestigio de Phaidon, como confundir a Fernando García Mercadal con José Luis Sert (página 122), o atribuir las cartas sobre la villa Saboya a Pierre Savoie y no a su mujer Eugénie, que era la que se preocupaba del proyecto (basta con mirar las reproducciones).
Algunas decisiones de maquetación resultan incomprensibles. La célebre fotografia del vestíbulo de la casa La Roche (página 145) ha sido despiadadamente cortada por arriba, por abajo y por la izquierda, debido a esa afición actual de poner las ilustraciones ‘a sangre'; en el original (Oeuvre complète, volumen 1, página 66) se ve completo el lucernario superior, bastante más suelo y un buen trozo del árbol. Sin duda, un corte sangriento.
Los pies de las ilustraciones deben de ser obra de esos editors que han concebido el libro, pero algunos de éstos no se han estudiado bien los edificios. En la página 168 se dice que la casa Cook tiene los dormitorios en la planta baja, lo cual es falso: basta mirar los planos. Y en la página 567, abajo, aparece una persona dentro de la cubierta de Ronchamp, no en la cimentación, como dice el pie. Otras veces, las omisiones inducen a error. De la villa Stein (página 170) se ilustran las plantas de un proyecto inicial, no del construido; pero esto no se explica.
En resumen, estamos ante una obra monumental, cuyo mayor valor reside en la ingente cantidad de material documental reunido en un solo volumen, pero que nunca pasará a la historia de los estudios rigurosos sobre la vida y la obra del gran Corbu. Lo cual tampoco es de preocupar, puesto que, por su elevado precio y su voluminoso tamaño, sus destinatarios no son los estudiantes ni los estudiosos, sino más bien las bibliotecas y los departamentos universitarios, donde todos podrán disfrutar de su atractivo contenido visual.