Vancouver se sitúa en un territorio de difícil acceso: el suroeste de la Columbia Británica es una de las regiones más accidentadas de América del Norte. La ciudad se ubica en el delta del río Fraser, protegida por la isla de Vancouver, el estrecho de Georgia y la abrupta geografía del litoral pacífico. Desde el interior se sucede una serie de cadenas montañosas: las imponentes Rocosas, Selkirk y Costeras entre las que vivieron aisladas las Naciones Originarias.
Llegar a Vancouver no fue fácil. Los exploradores europeos de finales del XVIII alcanzaron la zona de forma tardía y lenta debido al carácter anfructuoso del medio. Fue destacado el desembarco del español Quadra en 1775, antes de la expedición de Narváez, primer europeo en llegar por mar en 1791, y de Simon Fraser, por el río al que da nombre en 1808. El propio Quadra participó en los acuerdos de Nutca, por los que España renunció al monopolio de comercio en el Pacífico para no afrontar una guerra con Gran Bretaña, que no podía ganar.
Vancouver ocupa el noveno libro de la colección de ciudades que edita anualmente ACS, en los que Miguel Aguiló analiza la evolución urbana a partir de las características territoriales, naturales y estratégicas que determinan su construcción. Su viaje en 2011 junto a Tomás de la Quadra-Salcedo, descendiente del pionero, es el punto de partida de un relato organizado en cuatro capítulos dedicados a sus protagonistas: exploradores, ferroviarios, planificadores, ciudadanos. Publicaciones anteriores del autor, como las dedicadas a San Francisco o Toronto, permiten contrastar características y particularidades de la urbe, en especial el crucial papel del ferrocarril en la construcción de Canadá. Si en California la llegada del tren a Oakland en 1869 supuso una revolución, la conexión ferroviaria de Vancouver en 1887 fue una imperiosa necesidad que aceleró la integración de la Columbia Británica en Canadá. La compañía Canadian Pacific Railway planeó la estación de término y puso el nombre del explorador inglés George Vancouver a la ciudad antes de construirla.
En la segunda mitad del siglo XX, la ciudad se consolidó gracias a la labor de los planificadores. Sutton Brown, Lash, Campbell y Walker, entre otros, introdujeron la ciudad en la modernidad: densificaron, renovaron, jerarquizaron, extendieron, conectaron. Definieron una estrategia urbana sensible que introducía procedimientos de consulta y participación, y en la que destacó el desarrollo del frente marítimo a las orillas del False Creek. En el XXI los ciudadanos asumen los retos del presente: la vocación de una ciudad verde, habitable y sostenible. Vancouver, ciudad lluviosa donde las Montañas Costeras actúan como obstáculos naturales para las corrientes de aire húmedo procedentes del Pacífico, ofrece un clima cálido y húmedo. Su skyline de rascacielos emerge de exuberantes bosques de coníferas con las Montañas Rocosas de fondo. Un sistema único de metro aúna todos los servicios ferroviarios conectando eficazmente los núcleos densos. La Canada Line, la última de estas líneas, se terminó para acoger los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010. Los sistemas Seabus y Seaplane completan la movilidad por mar y aire con ferris e hidroaviones. Vancouver es también el Hollywood del norte, escenario de películas y series, así como sede del conocido festival internacional de cine.
Ya lo decíamos al principio, llegar a Vancouver no fue fácil. Cada uno de los cuatro capítulos descritos marca una llegada que transforma la ciudad y la proyecta al futuro. Con los exploradores llegan los europeos, con el ferrocarril llega Canadá, con los planificadores llega la modernidad, con los ciudadanos llega el mundo. El Vancouver de hoy es un puerto renovado, diverso, cosmopolita, escena cultural y de vanguardia. Sigue rodeado de montañas, pero es mucho más fácil llegar.