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The First Woman Architect
«¿Por qué no ha habido grandes mujeres arquitectas?». Parece oportuno adaptar para esta ocasión la pregunta con la que, a principios de la década de los setenta, la historiadora estadounidense Linda Nochlin iniciaba uno de los textos fundacionales de los estudios de género y la crítica artística feminista. Sin duda, podemos afirmar que esta ausencia es igual de evidente en la historiografía arquitectónica. Si esta elipsis está en proceso de corregirse, y las heroínas modernas, junto con algunas figuras destacadas de las vanguardias, han comenzado a ser restituidas, todavía quedan muchas historias olvidadas que merecen ser rescatadas.
Este es precisamente el punto de partida de la novela de Melania G. Mazzuco que, en su habitual labor de recuperar personajes omitidos de los relatos oficiales, reconstruye minuciosamente la Roma barroca, pero con una narración alejada de los cánones hegemónicos, y en donde los conocidos actores principales se tornan secundarios. De este modo, los Urbano VII e Inocencio X, los Guido Reni y Pietro da Cortona o los rivales Bernini y Borromini no son más que el contexto de fondo en la vida de una joven que ya aspiraba a ser un símbolo del cambio a una nueva época y un punto de partida para el resto de mujeres.
La historia de Plautilla Bricci, ‘la primera arquitecta de la historia’, o architettrice, como ella misma se denominaba, es la de tantas otras mujeres que, a pesar de contar con el reconocimiento de sus coetáneos, vieron sus obras relegadas o atribuidas a algún varón. Pero ahora ya sabemos que la autora de villa Benedetti lo es también de una capilla en San Luis de los Franceses o del palacio Testa-Piccolomini. Quizás esta otra manera de contar la historia ayude a tirar del hilo y a redimir estos relatos ignorados, pues como ilustraba la artista Jo Spence: la mejor manera de no ser borrado es estar escrito.