Hace exactamente un siglo Edith Wharton publicó The Age of Innocence, una novela sobre la Nueva York suntuosa de la ‘Gilded Age’ que muchos conocen por la película de Martin Scorsese, estrenada en 1993. Si ya entonces la escritora describía una sociedad desvanecida, desde un país que tras la Gran Guerra había perdido la inocencia, nuestra época podría bien abreviarse, tomando prestado el título de W.H. Auden, como ‘la edad de la ansiedad’. El New York Times del 9 de febrero publicó un texto de longitud excepcional firmado por su columnista de opinión Ross Douthat, ‘The Age of Decadence’, donde se nos describe «cut off from the past and no longer optimistic about the future»: una sociedad envejecida aprisionada por la ansiedad ante el coronavirus o los estallidos de violencia nihilista, y que contempla con nostalgia el impulso incandescente e inocente que hace 50 años puso al hombre en la Luna. E idéntico desaliento transmiten dos ensayos recientes, firmados por un novelista indio y un artista británico, que abundan en el diagnóstico sombrío de la sociedad contemporánea, desarraigada, desmoralizada y ayuna de convicciones compartidas.
Pankaj Mishra asegura hacer una ‘historia del presente’ en Age of Anger, pero su análisis de nuestra ‘edad de la ira’ busca las raíces del resentimiento actual en el siglo XVIII, motivado como está por una observación de Nietzsche sobre el conflicto entre la serenidad elitista de Voltaire y la envidia plebeya de Rousseau. El filósofo de Ginebra es en efecto el origen de un ensayo erudito y elegante «apoyado más en novelistas y poetas que en historiadores y sociólogos», pese a lo cual constituye un genuino estudio de historia de las ideas, donde Tocqueville y Herzen comparten espacio con Dostoyevski o T.S. Eliot para describir la imposición violenta de la modernidad occidental en el conjunto del planeta, dejando atrás naciones y comunidades para crear un paisaje fracturado, en el que la globalización no es sinónimo de esperanza sino de ansiedad, y en el que internet ha perdido el aura igualitaria que lo adornó en la ‘edad de la inocencia’ posterior a la caída del muro de Berlín.
La red de redes es la protagonista de La nueva edad oscura, donde James Bridle explora con lucidez y elocuencia la aceleración tecnológica que ha transformado el mundo, haciéndolo más complejo y también más hermético, convirtiéndose en agente de las grandes convulsiones actuales —un sistema económico descontrolado, el colapso del consenso político o el cambio climático—, y dificultando la percepción del futuro con la extensión unánime del ‘pensamiento computacional’. Desde el vínculo entre la predicción del tiempo y el nacimiento del ordenador hasta los debates contemporáneos sobre los datos, el criptoanálisis o los residuos radiactivos, el libro explora una ‘edad oscura’ donde «el futuro es radicalmente incierto y el pasado está irrevocablemente en disputa». Recordando que la nube no es ‘un mágico lugar remoto’, sino una infrastructura física que consume ingentes cantidades de agua y electricidad, Bridle desmonta nuestras fantasías sobre lo sublime digital, y alerta sobre la inquietante capacidad de la técnica para hacer el mundo más opaco, más incontrolable y más desigual.
Si Mishra escribe desde el formidable acervo documental que describe en el ensayo bibliográfico que ocupa las 26 páginas finales, y Bridle desde su formación primera en Ciencias de la Computación, ambos son columnistas de influyentes medios anglosajones —Bloomberg y The New York Times en el primer caso, The Guardian en el segundo—, lo que otorga a su prosa una agilidad y una transparencia que invitan a la lectura; y ambos enfocan sus obras desde la óptica de los marginados de la globalización y de los segregados por la tecnología, lo que da a sus volúmenes una dimensión ética que se suma al estímulo intelectual. Nuestra edad no es inocente, pero tampoco puede resignarse a ser ignorante.