Las nuevas lecturas inyectan savia en troncos venerables. La British Academy y el Getty Research Institute han vuelto a leer dos clásicos de la historia del arte, La cultura del Renacimiento en Italia, sin duda la obra cumbre de Jacob Burckhardt (1818-1897), y La forma del tiempo, el libro más popular de George Kubler (1911-1996), y al hacerlo otorgan vida renovada a los textos mientras dan cuenta de los intereses actuales de la disciplina. Stefan Bauer y Simon Ditchfield editan las ponencias del seminario organizado para celebrar el segundo centenario del nacimiento del ‘padre de la historia cultural’ examinando su obra mayor, y la docena de autores reunidos ofrecen a la vez un homenaje al gran historiador de Basilea y un testimonio verosímil de las inquietudes contemporáneas en la historia de las ideas; por su parte, Thomas Reese explora minuciosamente la obra del profesor de Yale que fue su maestro, enhebrada por un libro teórico sobre la historia del arte al que rinde tributo en el título del volumen, y su relato enreda inextricablemente la devoción filial y la revisión rigurosa de la abundante producción del americanista e hispanista, muchas de cuyas contribuciones han sufrido la erosión del desarrollo del conocimiento arqueológico y arquitectónico.
Burckhardt publicó solo tres obras en vida: una monografía sobre la época de Constantino; una guía del arte italiano que sirvió a muchos viajeros, Der Cicerone; y la caudalosamente traducida y reeditada Die Kultur der Renaissance in Italien, que desde su aparición en 1860 le otorgó las credenciales de fundador de la historia cultural, convencionalmente opuesta a la historia política asociada a Ranke, y también igualmente enfrentada con las grandes narrativas del progreso ilustrado que había popularizado Hegel. Famosamente, Burckhardt describía ‘El Estado como obra de arte’ —lo mismo que la guerra, la corte o incluso la venganza—, pero su libro se ocupa también del desarrollo del individuo, la recuperación de la Antigüedad, el descubrimiento del mundo y del hombre, la sociedad y los festivales, y la moralidad y la religión, y estas seis partes de la obra sirven de cañamazo para los estudios críticos, que si elogian su pertinencia para autores contemporáneos como Carlo Ginzburg, Jacques Le Goff, Norbert Elias, Pierre Bourdieu o Stephen Greenblatt, también encuentran que su búsqueda de la esencia espiritual de una época le hizo menospreciar los aspectos materiales de la cultura, y le reprochan su método impresionista, que salpica el texto de detalles coloristas como el ornamento capilar de la Simonetta Vespucci de Botticelli, que por cierto se ha elegido para la portada de esta revisión ejemplar.
Kubler fue autor de 17 obras, entre las cuales síntesis del arte precolombino o de la arquitectura europea, y monografías como la ejemplar Building the Escorial, pero Reese escoge un breve ensayo sobre las bases conceptuales y cronológicas de la historia del arte, The Shape of Time: Remarks on the History of Things, publicado en 1962, como hilo conductor de su biografía intelectual. Ese escueto ‘tratado poético’, que es la obra más leída y elogiada de su autor, está inspirado por la Vie des formes de Henri Focillon —junto al Erwin Panofsky ‘americano’, la mayor influencia sobre el historiador—, y propone un ‘haz de hebras’ como estructura del relato, fórmula que también adopta Reese en su narración crítica. Pese a que muchos vieron en este pequeño tratado una crítica formalista de la iconografía, a Kubler le preocupó siempre el problema del significado, y esa es una de las hebras que Reese explora, consciente en cualquier caso de que su obra estuvo guiada pertinazmente por las tres fuerzas esenciales que le enseñó Focillon: las tradiciones, las influencias y los experimentos. Al cabo, Kubler fue, como lo describió un biólogo molecular, «un pensador de estructuras», y esto explica el amplio impacto interdisciplinar de su trabajo, cuyo enfoque antropológico y cultural de la arquitectura y el arte sigue siendo singularmente pertinente.
Estos dos volúmenes no se ocupan de un historiador suizo del siglo XIX y de un historiador estadounidense del siglo XX; no se ocupan de la historia de la cultura o de la historia del arte; se ocupan más bien de los debates intelectuales del siglo XXI sobre nuestra relación con los objetos, con la sociedad y con el pasado, y merecen ser leídos fuera del campo de la historiografía.
