Renzo Piano creó en 2007 una fundación que tiene por propósito preservar sus archivos, pero también promover, entre los jóvenes arquitectos, su idea de la formación en bottega: un taller en el que los inexpertos aprenden de los veteranos a través del trabajo en común, y donde la arquitectura pueda reencontrarse con el placer de hacer cosas con las manos. La Fondazione está ubicada en Génova, al pie del escarpado estudio que el arquitecto construyó entre 1989 y 1991 en Punta Nave —una secuencia de terrazas cubiertas de vidrio sobre un acantilado que domina el mar de Liguria—, y ocupa un viejo hotel de playa transformado para adaptarse a sus nuevos usos: residencia de estudiantes en prácticas, salas de exposición, archivo y zonas de reuniones. Esta joven institución ha iniciado también un ambicioso proyecto editorial, dirigido por la hija del arquitecto, Lia Piano, y aquí se muestran los primeros frutos de este empeño, tres monografías de gran formato que documentan con exquisita minuciosidad tres obras maestras del genovés: la Colección Menil en Houston, la Fundación Beyeler en Basilea y el Centro Cultural Jean-Marie Tjibaou en Nouméa se describen con gran número de croquis y planos, innumerables fotografías, correspondencia con los clientes y recortes de periódico suscitados por la apertura, amén de extensas entrevistas con Renzo Piano que explican en detalle las circunstancias del encargo y las intenciones del proyecto. Desde las cartas de Dominique de Menil o Ernst Beyeler hasta las notas de Glenn Murcutt sobre el jurado de Nouméa o el relato de la relación con Marie-Claude Tjibaou, la viuda del líder nacionalista canaco asesinado que dio nombre al centro, y hasta la multitud de dibujos, maquetas y modelos a escala natural que sirvieron para levantar estas tres grandes obras culturales, pasando por la documentación ambiental, botánica, artística o antropológica que se utilizó como inspiración de los proyectos, los libros son archivos encuadernados a los que habrá de remitirse cualquier investigación futura. Con ellos la Fundación comienza a dar los primeros pasos, que son a la vez zancadas y susurros, porque consiguen avanzar un gran trecho sin que su considerable dimensión haga perder el tono íntimo que, desde Texas y Suiza hasta Nueva Caledonia, nos transporta en sordina por los tres continentes.
