Zaha Hadid

31/05/2017


Zaha Hadid

1950-2016

Zaha Hadid, una de las figuras más singulares del panorama arquitectónico, falleció a los 65 años en Miami, debido a las complicaciones derivadas de una bronquitis. Nacida en Bagdad y graduada en Matemáticas por la Universidad Americana de Beirut, Hadid pasó la mayor parte de su vida en Londres, donde llegó en la década de 1970 para estudiar en la Architectural Association. Allí se relacionó con dos profesores entonces jóvenes, Rem Koolhaas y Elia Zenghelis, que le transmitieron su pasión por las formas dislocadas del constructivismo, y con los que colaboró en la recién fundada Office for Metropolitan Architecture, antes de que Zaha se estableciese por cuenta propia en 1979.

La primera etapa de su carrera —poco fructífera en encargos pero extremadamente rica en ideas— fue la de construcción de un universo propio, más artístico que arquitectónico, y expresado en una doble dimensión: la de sus grandes lienzos deconstructivistas de paisajes cristalográficos y topografías fracturadas en los que, como confesaría más tarde el ingeniero Peter Rice, Zaha «lo quería todo torcido»; y la de la construcción de su propio personaje, excesivo, temperamental y completamente estetizado, que acaso contribuyó al éxito de su arquitectura, pese a que hasta 2004 esta no consistiera más que en un puñado de pequeños manifiestos como la Estación de bomberos Vitra en Weil am Rhein (1993).

Todo cambió en 2004, con la concesión del Premio Pritzker, que dio pie a una de las transformaciones más notables acontecidas en la arquitectura contemporánea; una transformación por la que Zaha, hasta entonces una diseñadora de culto, se convirtió rápidamente en una estrella icónica que empezó a ganar concursos y a recibir encargos por todo el mundo, y que tuvo que convertir su atelier de artista en una empresa global con cientos de empleados. El resultado fue una excelente marca, pero una nómina irregular de edificios: algunos tan brillantes como el Centro BMW en Leipzig (2005) o el MAXXI de Roma (2010), pero otros tan fallidos como el Pabellón Puente de Zaragoza (2008). En todos ellos, las fracturas y ángulos agudos de su primera etapa dejaron paso a la curva ondulante y al zigzag, de igual modo que las colisiones deconstructivistas se transformaron en flujos suaves que, al cabo, supieron expresar la condición líquida de una globalización a la que Zaha sirvió con todo su talento.


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