Villas y mansiones
Arquitectura de evasión
Wemmick era un pasante de corrección intachable en horas de oficina que se transformaba, al llegar a su casa, en un solterón locuaz, sentimental y risueño, enteramente volcado a los cuidados de su anciano padre. La felicidad domestica era prácticamente masticable. ¿Dónde radicaba el secreto? El joven Pip (naturalmente, el de las Grandes esperanzas, de Dickens) lo deja claro: Wemmick había construido, con sus propias manos, su sueño residencial, una casita coronada de troneras con una batería de cañones pintados y llena de ventanales góticos —en su mayor parte, ficticios— a la que se accedía por un puente levadizo que salvaba un foso de cuatro pies de anchura y dos de profundidad. Toda una fortaleza de juguete y todo un motivo de orgullo para su pacifico artífice...[+]