Vida y conocimiento

Edificios universitarios en Europa

Vida y conocimiento

Edificios universitarios en Europa

01/09/2024


SANAA, Centro Rolex en la Escuela Politécnica Federal, Lausana (Suiza)

Sentado en la cátedra que le confería nombre y crédito, el profesor peroraba mientras los alumnos, sobre bancos corridos o, cuando no quedaba sitio, manteniéndose en pie, escuchaban con atención, tomaban notas o bien se entregaban al beneficioso y tantas veces justificado ejercicio de la ensoñación o el simple sueño. Terminadas las clases, los alumnos pasaban a frecuentar los claustros porticados que aquellas casas del saber habían tomado de los monasterios, y más tarde se congregaban en la multitud de colegios —casi siempre organizados por ‘lenguas’ o ‘nacionalidades’— que componían el campus y estructuraban el tejido urbano para darle esa vitalidad que otorga el conocimiento y la juventud.

Así fue la vida del estudiante desde que, en el siglo XII, comenzaran a fundarse las primeras universidades en Europa y se acuñara un modelo que tendió a perpetuarse pero que, llegada la modernidad —y con ella la alfabetización, el bienestar y la justicia social—, tuvo que transformarse para hacer frente a las exigencias de educación superior de quienes ya no se contaban por decenas o por cientos, sino por miles o decenas de miles. Las viejas universidades siguieron gozando de su venerable prestigio, pero aprendieron a convivir con las muchas y nuevas que comenzaron a colonizar las ciudades para acabar convirtiéndose en poderosos símbolos de la sociedad burguesa.

La arquitectura no pudo sino hacerse eco del proceso: si las universidades de antaño se habían vestido con ropajes góticos y renacentistas, las nuevas lo hicieron con los del neoclasicismo, el neogótico y la modernidad, y, aunque en muchas lugares se propiciara un modelo de edificios independientes y autónomos, la tendencia fue agregarlos para así dar continuidad al viejo esquema de los campus, organización en que las facultades, colegios, calles, plazas y demás servicios se agrupan como si fueran las partes de una ciudad y propician una vida universitaria más rica en la que el aprender se solapa con el convivir, y la curiosidad intelectual se enriquece con el placer del deporte, el ocio y a veces también el amor.

Este modelo, que evoca la riqueza de las primeras universidades, está presente en los dos edificios premiados que se ha decidido incorporar a este dossier. El primero es el ganador del Premio Mies van der Rohe: el pabellón en el campus de la Universidad Técnica de Brunswick, de Gustav Düsing y Max Hacke, donde se promueve el intercambio social y la generación de conocimiento interdisciplinar entre estudiantes y profesores por medio de una estructura sutilmente diáfana y abierta a reprogramaciones constantes. Es el caso asimismo del no menos diáfano Centro Lumen en la Universidad Paris-Saclay, ganador del premio FAD Internacional y proyectado por MGM Morales De Giles Arquitectos y Beaudouin Architectes, cuya permeabilidad permite la incorporación de personas y entorno a un espacio que aspira a ser una verdadera ágora social.

Lacaton & Vassal, Escuela de Arquitectura, Nantes (Francia)


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