Hace un par de números, al dar cuenta de la apertura del Centro Cantonal de Bellas Artes de Lausana, señalábamos la espléndida trayectoria internacional de Barozzi Veiga, jalonada por obras tan emblemáticas como la Filarmónica de Szczecin en Polonia —premio Mies van der Rohe 2015— o el Museo Bündner de Chur en Suiza. Ahora, la lista de obras europeas de la oficina barcelonesa se complementa con un gran proyecto en los Estados Unidos, al alcance de muy pocos estudios en el mundo: la transformación del campus del Instituto de Arte de Chicago.
El encargo, cuyo alcance preciso todavía no se ha hecho público, consiste en la redefinición del campus museístico a orillas del lago Michigan a través de un plan director que determinará la demolición de ciertos edificios, la construcción de otros nuevos, la reorganización de la colección y la creación de una nueva imagen urbana para el conjunto. Este último es uno de los aspectos fundamentales de la propuesta de Barozzi Veiga, que busca romper el carácter introvertido de la supermanzana que contiene el museo, así como incorporar con sabiduría al campus el trazado preexistente de ferrocarril y, finalmente, potenciar la relación con las zonas verdes del entorno mejorando las circulaciones peatonales. Todo un reto.