Viaje al país del centro
Nuevos hoteles en China
China tiene la entidad geográfica de un continente, el potencial económico de un pequeño planeta y la complejidad de un macrocosmos en el que caben geografías, lenguas e idiosincrasias diferentes. China es el país políticamente unánime organizado en torno a Pekín y Shanghái, pero es también el país que tiene dificultades para encajar las excepciones de Hong Kong y Macao. Es el país culturalmente uniforme que se ha ido construyendo a lo largo de una historia sin par, pero también el país en el que algunas minorías, como la uigur musulmana, no encuentran acomodo. Es el país económicamente pujante de las vías del tren, las carreteras, las presas y las fábricas innúmeras, pero también el país de los enclaves naturales bellísimos y remotos.
La diversidad inabarcable hace de China un destino turístico de primer orden. Sin embargo, el crecimiento desaforado —que ha mermado mucho sus paisajes naturales y patrimoniales y ha hecho de sus grandes ciudades enclaves invivibles por contaminados—, unido al estricto control de las fronteras que sigue ejerciendo su Gobierno autoritario, siguen frenando la llegada de extranjeros. Lo contrario ha ocurrido con los chinos, que viajan todo lo que pueden fuera de su país, entusiasmados con el regalo que les ofrece el ‘capitalismo dirigido’: el turismo.
Con todo, el flujo turístico al extranjero no deja de ser una anécdota comparado con el flujo interior provocado no tanto por las dramáticas migraciones del campo a la ciudad como por la emergencia de una nueva y creciente clase media que, igual que la occidental, puede permitirse el lujo de viajar por su país y entregarse de paso al capitalismo tardío en eso de identificar el disfrute con el consumo.
Esta demanda interior ha dado pie a modelos turísticos muy diferentes, que van desde la versión china del turismo de ‘sol y playa’, hasta el turismo cultural, pasando por el inevitable turismo rural, cada vez más apreciado por una generación de chinos que se han criado entre los humos y ruidos de Pekín, Shanghái o Shenzhen.
Como era de esperar, la coyuntura ha sido aprovechada por los arquitectos locales, sobre todos los jóvenes, que han visto en el trabajo en contextos con fuerte impronta natural y cultural una posibilidad de experimentar con nuevos lenguajes y consolidar de esta manera el giro hacia modernidad local y al mismo tiempo cosmopolita que se está produciendo en la mejor arquitectura china de hoy.
Arquitectura Viva ha querido dar cuenta de este complejo y atractivo fenómeno a través de una selección de tres hoteles proyectados por oficinas chinas de gran proyección: el hotel Alila Yangshuo, en Guilin, construido por Vector Architects sobre una preexistencia en un paisaje de gran belleza; el hotel San Sa en Pekín, proyectado por LLLab a la manera de una aldea tradicional; y el Tsingpu Retreat, que Neri & Hu han dispuesto en Yangzhou entre patios y una trama de pequeñas lagunas.