La biografía es un género literario envenenado. A quien se atreva con ella le espera un camino difícil de transitar. Deberá afrontar un rosario de numerosas cuentas para elaborar su tarea: tener un proyecto; articular la narración; saber, utilizando material de primera mano, a quién se enfrenta, y cotejar esta información con lo ya dicho sobre el autor escogido para que el lector pueda valorar su aportación; conocer, de modo muy amplio, la disciplina que acometió su biografiado; equilibrar la empatía y la objetividad; saber y filtrar bien la historia oral; tener dotes de psicología; cuidar con mimo la cronología y las citas a pie de página para explicar lo que debe y lo que le pertenece; o controlar la correspondencia. Y, por si todo este laberinto no fuese suficiente, el biógrafo estará expuesto a los distintos públicos que van a leer su trabajo y que mirarán con ojos y mentes distintas el resultado final: aquellos que acceden por primera vez al biografiado y los otros que, en mayor o menor grado, conocen el tema. El sujeto de una historia es aquello de lo que trata; el objeto de una historia es hacia dónde se dirige. Además, el biógrafo siempre estará bajo sospecha, máxime si tuvo relaciones afectivas o profesionales con el objeto de su trabajo que le harán difícil no caer en la hagiografía.
Lo anterior vale para Ser(t) arquitecto, la biografía de Josep Lluís Sert (1902-1983) que acaba de publicar María del Mar Arnús, esposa del conde de Sert, sobrino del biografiado. La estructura general del libro crea algunas dificultades al lector. Varios temas se repiten y encabalgan; los demasiado numerosos nombres propios, muchos de ellos de distinto peso específico, se superponen con frecuencia; las expresiones coloquiales confunden por la voluntad de protagonismo de la autora: («según me cuenta», «fuimos requeridos», «nos invitó»...); llamar a Le Corbusier ‘Corbu’ es un atrevimiento fuera de lugar. En cambio en este clima de «socialidad» constante, no se nos habla por ejemplo, del affaire que Zervos tuvo con Moncha, la mujer de Sert. Por otro lado, la autora muestra destreza respecto el árbol genealógico y las relaciones de clase de los Sert; expone e interpreta proyectos de ‘infancia’ desconocidos —Comillas y Palamós—; transcribe algún documento emocionante como la carta de las monjas del Carmel de la Paix; expone con habilidad la población intelectual de Locust Valley donde Sert edificó su primera vivienda propia...
Arnús no quiere identificar a los enemigos de Sert, que tanto le motivaron: en el proyecto de la Casa Bloc, eran las «Casas baratas» de la ‘dictablanda’ con cuyo ideario Sert renunció a colaborar; la exposición ‘Arquitectura Nueva’ de 1929 era un torpedo a la línea de flotación de la Exposición Universal del mismo año; la Fundaciò Joan Mirò se piensa contra Barcelona, y la casa de Sert en Cambridge contra la ciudad americana: ambos son edificios antiurbanos... Esta es una constante del libro. Todo sucede entre armonías inexistentes: parece ser que Le Corbusier y Perriand no se pelearon con violencia en 1937; que el ‘mediterranismo’ es cosa de Sert cuando Le Corbusier había anunciado a bombo y platillo el cuadrado imaginario —París, Roma, Barcelona y Argel—; que Sert trajo a Barcelona a Le Corbusier cuando antes fue a Madrid y la invitación a fue en realidad cosa de de Benet, Gasch y Ràfols; que Le Corbusier sufriera en la guerra cuando son sabidas sus conexiones y maniobras con el régimen de Vichy.
La autora se muestra generosa y acertada cuando describe edificios y ensaya lecturas de los mismos, pero no nos dice las razones de sus prioridades. Algunos paralelismos son arriesgados, como comparar la Casa Bloc con la Unité de Marsella o Barcelona con Chicago. Algunos errores u omisiones hubieran sido muy fáciles de enmendar consultando a algún amigo o contando con un corrector adecuado: la tríada Utilidad / Solidez / Belleza es de Vitruvio, no de Le Corbusier; los ‘Cinco puntos de la arquitectura’ del maestro suizo no son de 1921, sino de 1927; Joan Miró asistió a la boda parisina de Sert y Moncha; Sert no inventó «concebir el urbanismo desde la práctica de la arquitectura», sino Alberti en el siglo XV.
Algunas críticas a Sert hubieran hecho el texto más equidistante. El biógrafo ha de encararse con el biografiado. Cito solo dos destellos: la lectura del Partenón que hace Sert es un auténtico dislate, como lo es la aceptación del ‘envío’ de la sirvienta Natalia Fernández cuando, según Arnús, «Sert se desclasó».
Lo he dicho antes: la biografía es un género envenenado. Con todo, el esfuerzo de María del Mar Arnús añade algunos materiales útiles para construir just another brick in the wall.