«Yo no busco; encuentro». La célebre sentencia de Picasso, que a veces se ha interpretado como cifra de soberbia, en realidad no puede ser más exacta a la hora de describir el trabajo de un artista en continua metamorfosis. Sin saber dónde quería arribar, el malagueño simplemente acababa llegando; de ahí que no haya un Picasso, sino muchos, y de ahí también las dificultades para sopesar su inmenso legado, ahora que se cumplen cincuenta años de su muerte en un pueblecito de la Costa Azul. ¿Qué debemos recordar, el prodigioso inventor del cubismo o el artífice del Guernica, símbolo de la cultura en España y de toda una época en Europa? ¿El exquisito trazador de la Suite Vollard, con sus minotauros y vírgenes, o el imitador aventajado de Duchamp, el de los toros compuestos con fragmentos de bicicleta? ¿El pintor empático y dizque comprometido con el cambio social o el compañero infiel que maltrataba a sus parejas? Son muchos los Picassos, igual que son muchos los que le imitaron, de Cocteau a Brancusi, de Le Corbusier a Steinberg, de Giacometti a Botero. Por eso, la efeméride de este año servirá para revisar crítica y socialmente al personaje tanto como para recordar su poderoso, insoslayable influjo en la cultura contemporánea.