Precisamente sesenta años después de su primera instalación en París —una barricada de bidones que denunciaba la erección del Muro de Berlín—, Christo y Jeanne-Claude regresan a la ciudad en que se conocieron, si bien de forma póstuma, con la envoltura del Arco del Triunfo con más de veinticinco mil metros cuadrados de tela —un polipropileno reciclado de reflejos cerúleos— y tres kilómetros de soga roja.
El proyecto llevaba latente casi desde el comienzo de su carrera artística, cuando a su llegada a la capital gala Christo alquiló un apartamento cerca de la Place de l’Étoile y se sintió atraído por el colosal monumento napoleónico. El proyecto ha visto finalmente la luz durante dos semanas de septiembre, de modo que no interrumpiese las celebraciones del Día de la Bastilla en julio y el Día del Armisticio en noviembre, y ha sido financiado con la venta de dibujos preparatorios y maquetas, gracias a los esfuerzos del equipo de la pareja para cumplir sus últimos deseos.