Cuando habla de su trabajo, Níall McLaughlin suele frecuentar dos temas. Uno se refiere al tiempo, a la capacidad de la arquitectura para narrarlo, para hacer presente la facultad exclusivamente humana de recordar y de proyectarse hacia el futuro. El otro tiene que ver con el modo en que la construcción permite que una sociedad tome conciencia de lo que sus miembros tienen en común, de aquello que, empleando las palabras del arqueólogo Colin Renfrew, constituiría el lugar ‘de su sangre’. Los dos temas se abordan a continuación...[+]