La belleza de las Torres de Colón, proyectadas por Antonio Lamela en 1968, está menos en su imagen que en su extraordinaria estructura colgada, que calculó Javier Manterola y que durante su construcción dio a las torres el aspecto de un ciclópeo tótem moderno. Por ello, no deja de resultar exagerada la polémica que ha suscitado el proyecto de Luis Vidal, que sustituye el remate posmoderno que el hijo del arquitecto, Carlos Lamela, añadió al edificio en 1992 por un doble cuerpo prismático que respeta la línea de coronación pero altera la volumetría general del conjunto. Si bien la polémica ha tenido una vertiente interesante —el grado de protección que deben tener los edificios modernos—, se ha sostenido en general en acusaciones de dudoso calado y gusto, que apenas ocultan el hecho de que Estudio Lamela y su excolaborador Vidal compitieran —con proyectos casi idénticos— por hacerse con un encargo cuya viabilidad pasaba, en cualquier caso, por aumentar la superficie del edificio.