«Alguien que no distinga la driza de la escota nunca podría participar en las labores de una embarcación; sin embargo, entre nosotros, hasta los autores de la normativa confunden cercha con cuchillo, mamperlán con bocel o librillo con persiana», se lamenta acertadamente Ignacio Paricio en la introducción a este libro imprescindible y delicioso, tras recordamos una evidencia que ayuda a entender la gravedad de dicha constatación: «El idioma es depositario de un inmenso caudal de conocimientos.»
De hecho, se puede entender toda la obra de Paricio como un esfuerzo entusiasta, sistemático y exhaustivo por restituir a la arquitectura el vocabulario y la gramática que le son propios, y que en la segunda mitad de este siglo han sido gradualmente sepultados bajo el embate de discursos, si no ajenos, al menos parciales respecto a su esencia. No se trata de negar la legitimidad de las incursiones transdisciplinares en el ámbito de la arquitectura, algo, por otra parte, impensable desde la actitud antidogmática de Paricio, sino de volver a situar en un primer plano la necesidad y el gozo del buen hacer constructivo. Lejos de toda nostalgia, esta actitud parte de otra evidencia: sólo desde el conocimiento profundo de la tradición se puede innovar, como demuestra la propia obra de los arquitectos de la época heroica de las vanguardias, en su mayoría profundos conocedores de los secretos de su oficio.
La constatación de que este esfuerzo por retomar el hilo argumental de la tradición constructiva pasa también por recuperar el propio vocabulario arquitectónico, se hace evidente al asomarse a las páginas de este libro. Como explica el autor en la introducción, los textos que lo forman tienen un doble origen: por una parte la serie de artículos publicados en Arquitectura Viva entre 1993 y 1994 (y entre los números 28 y 39), y por otra, una antigua iniciativa de elaborar un vocabulario gráfico constructivo. Fiel a su concepción entre escolástica e ilustrada que lo acerca a los tratadistas clásicos, Paricio ha recurrido para organizar todo el material a una estructura de rigidez sólo aparente, formada por 25 capítulos temáticos, dedicados cada uno a una parte del edificio. Dentro de cada capítulo, representado por un vocablo, se glosan a su vez otras 40 voces relacionadas con el tema, todo ello engarzado en tomo a una tesis central que hace hincapié en un determinado punto de vista respecto a la parte del edificio en cuestión. A modo de divertimento, el vocablo que representa cada capítulo se inicia con la letra del abecedario correspondiente a su ordenación dentro del libro. Un índice temático y otro de las más de mil voces recogidas en la parte final refuerzan además su función como herramienta de trabajo.
La lectura —ya sea como texto corrido, como manual técnico de consulta o como simple diccionario— produce una sensación de reencuentro gozoso con la esencia de la arquitectura, en ese terreno en el que las palabras se encuentran con las cosas y hacen referencia a su función, a su forma de ensamblarse, a su origen y, a la vez, a su peso, a su textura y a su aspecto. Huyendo de alardes eruditos y con la mirada siempre atenta al solapamiento entre los problemas constructivos, funcionales y compositivos, Paricio ha hecho con este libro una nueva aportación crucial para combatir el avance del analfabetismo arquitectónico.