El Gobierno de España viene otorgando desde 1932 el Premio Nacional de Arquitectura, un galardón que a lo largo de los años ha sufrido muchos altibajos y cambios de sentido. Desde el año 2001 no se concede a una obra sino a una trayectoria, y desde 2014 está dotado con 60.000 euros. Juan Navarro Baldeweg y Rafael Moneo, ganadores en 2014 y 2015, formaron parte de un jurado que eligió en su edición de 2016 a José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres, la reconocida pareja de profesionales radicados en Barcelona que, desde hace ya 45 años, viene desarrollando una obra definida por la calidad formal y el compromiso con la experimentación en escalas y tipos arquitectónicos muy diversos.
El jurado ha reconocido también un trabajo que se define por una admirable continuidad: la continuidad que hace que, pese a estar dispersos por contextos muy diferentes y ajustarse a programas de distinta índole, los edificios de esta singular pareja de arquitectos no dejen nunca de presentar un reconocible aire de familia; y también la continuidad que da el haber mantenido a lo largo de todos estos años una actitud coherente, muy centrada en lo disciplinar y en buena medida ajena a las modas. Para comprobarlo, basta con examinar las admirables tramoyas de la Iglesia de L’Hospitalet, las topográficas escaleras de La Granja en Toledo, los caligráficos toldos de las murallas de Palma o las zigzagueantes rampas del castillo de Castelldefells.