La reanudación de la práctica profesional tras la crisis de 2008 descubrió nuevas sensibilidades en la arquitectura europea. Entre ellas emergió una actitud hacia el proyecto relacionada con lo que tradicionalmente ha sido considerado como manierista: ambigüedades, tensiones, dislocaciones o desplazamientos en ciertas configuraciones formales y materiales, capaces de llevar incluso hasta la contradicción o la paradoja a algunas de las categorías con las que nos acercamos a la experiencia arquitectónica. No es que aparezcan arquitectos o arquitectas que puedan considerarse manieristas, ni siquiera obras clasificables como tales, sino operaciones particulares concebidas desde una mentalidad donde el sentido de incertidumbre se aposenta, ya sea por la indeterminación hacia el programa, o por la relación ambivalente hacia lo preexistente, o la dualidad respecto a la escala, o la translocación entre lo exterior e interior, o incluso a través de otras operaciones mucho más sutiles...[+]