Paisajes de Galicia: contextos cotidianos
En uno de los cabos que forman las penínsulas que separan las rías de la costa de Galicia, en un paisaje horizontal, lleno de viento del océano y alternativamente quemado por el sol o sumergido en la niebla está, colocado en un recodo y al abrigo, el pueblo de Corrubedo. En un paisaje tan poco exótico, podría pensar uno, para un inglés, David Chipperfield se construye una casa frente al mar para pasar las vacaciones con su familia.
Durante algún tiempo he tenido la sospecha y el temor de que seguramente fue mi excesivo —y en absoluto objetivo— entusiasmo al hablarle de Corrubedo allá por el año 1991 en Milán, el causante de su acercamiento a estas tierras y de su decisión de cambiar el Mediterráneo, lugar de sus veraneos anteriores, por el Atlántico. Una idea que enseguida deseché cuando entendí su comportamiento nada convencional, abierto a todo con humor y receptivo a lo que iba descubriendo en el lugar. Su elección delata el particular gusto y sensibilidad del autor para la contemplación de la naturaleza y nos anuncia una personalidad poco influenciable por los lugares comunes. Esta actitud de disfrute no se limita al paisaje, sino que se amplía a los valores culturales, culinarios y lúdicos del lugar, por encima de convencionalismos y extendiéndose como una actitud vital a su arquitectura...