Opinión 

La sofrosine necesaria

Liberalismo en el mundo real

Opinión 

La sofrosine necesaria

Liberalismo en el mundo real

Francis Fukuyama 
01/11/2022


Los seres humanos no son agentes libres capaces de remodelarse como les parezca; eso sucede solo en los mundos virtuales de Internet. Estamos limitados en primer lugar por nuestros cuerpos físicos. La tecnología ha contribuido enormemente a liberar a las personas de las limitaciones impuestas por sus naturalezas físicas. Ha liberado a las personas del trabajo físico agotador, ha aumentado sobremanera la esperanza de vida, ha permitido superar muchos tipos de enfermedades y discapacidades, y ha multiplicado las experiencias y la información que cada uno de nosotros es capaz de procesar. Algunos tecnolibertarios imaginan un futuro en el que cada uno de nosotros pueda convertirse en una conciencia totalmente incorpórea que pueda cargarse en un ordenador, lo que, en la práctica, nos permitiría vivir eternamente. Nuestra experiencia del mundo se encuentra cada vez más mediatizada por pantallas que nos permiten imaginarnos fácilmente en realidades alternativas o como seres alternativos.

No obstante, el mundo real sigue siendo diferente: las voluntades están incorporadas en cuerpos que estructuran y limitan el alcance de la voluntad individual. No está claro que la mayoría de la gente quiera liberarse de su naturaleza. Nuestras identidades permanecen arraigadas en los cuerpos con los que nacemos y en sus interacciones con el entorno. Quiénes somos como individuos es el resultado de la interacción de nuestras mentes y nuestros cuerpos, y de los recuerdos de esas interacciones a lo largo del tiempo. Las emociones que experimentamos están arraigadas en la experiencia de nuestros cuerpos. Y nuestros derechos como ciudadanos se basan en la necesidad de proteger tanto esos cuerpos como esas mentes.

Un principio general para una sociedad liberal estaría inspirado en los griegos clásicos. Tenían un dicho: ‘nada en exceso’, y consideraban la ‘sofrosine’ o templanza como una de las cuatro virtudes cardinales. Este énfasis en la moderación ha sido descartado en gran medida en los tiempos modernos: a los universitarios se les dice que ‘sigan su pasión’, y las personas que viven de manera excesiva son criticadas únicamente si ello perjudica a su salud física. La moderación requiere autocontrol, un esfuerzo deliberado para no buscar la mayor emoción ni el máximo logro. La moderación se considera una limitación artificial al yo interior, cuya máxima expresión es considerada la fuente de la felicidad y del éxito humanos.

Pero los griegos no andaban desencaminados, tanto por lo que respecta a la vida individual como a la política. La moderación no es un mal principio político, especialmente para un orden liberal que aspiraba a calmar las pasiones políticas. Si la libertad económica para comprar, vender e invertir es algo bueno, ello no significa que el hecho de eliminar las limitaciones a la actividad económica vaya a ser aún mejor. Si la autonomía personal es la fuente de la realización de un individuo, eso no significa que la libertad ilimitada y la constante eliminación de restricciones hagan que una persona se sienta más realizada. A veces, la realización surge de la aceptación de límites. Recuperar un sentido de la moderación, tanto individual como colectivo es, por tanto, la clave para el resurgimiento —de hecho, para la supervivencia— del propio liberalismo.

Extracto de El liberalismo y sus desencantados (Deusto, Barcelona, 2022)


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