Esta publicación es una aproximación al método de trabajo que desarrollamos en el estudio, una táctica que arranca siempre del respeto y atención al lugar en el que se va a actuar, y al cliente para quien se trabaja. Aun partiendo de elementos exógenos, es un proceso íntimamente ligado también a una trayectoria personal, a una forma propia de hacer las cosas, fruto de años, experiencias profundas y circunstancias difíciles, y al paisaje insular y volcánico en el que crecimos. El respeto y la pasión por cada lugar y lo que éste precisa, la atención al paisaje original en el que vamos a actuar y sus posibilidades son elementos clave; y la retroalimentación con el cliente, sea público o privado, y con los ciudadanos que de una manera u otra van a verse afectados por la arquitectura, es una constante.

Existe un modus operandi común a todos los proyectos que desarrollamos en el estudio. Se trata de un proceso de investigación profunda, de idas y venidas, de capas de conocimiento, cultura, saberes, que se van superponiendo unas sobre otras e impregnándose entre sí; un proceso que se basa en dos pilares básicos, la razón y la emoción, que sustentan cada proyecto en un diálogo continuo. La ecuación varía en función de las particularidades de cada obra, pero el equilibrio entre la razón y la emoción, y en especial la confrontación y el paso de una a la otra, provoca que cada proyecto emprendido se vaya empapando de ambas, hasta lograr ordenar y balancear una compleja ecuación que contiene el ADN de cada proyecto, que sirve de cimiento y guía para su desarrollo, y que conserva su esencia aunque evolucione.

El proyecto emocional debe sufrir la erosión de la razón. Una escrupulosa atención a los condicionantes del programa, adaptando cada espacio a sus usos específicos, a los condicionantes estructurales y a las particularidades técnicas, legales y económicas, provoca que el elemento modelado fragüe, cuaje, bajo el rigor de la razón sin dejar de intentar ser, a la vez, conmovedor...[+]