Ya son más de 60 urbes en el mundo las que cuentan con un “alcalde para la noche” o una oficina especializada en la gestión de la convivencia, productividad y cultura que se desarrolla cuando el sol se apaga.

Las calles y espacios públicos no tienen el mismo uso a las diez de la mañana que a las diez de la noche. Sin embargo, el ciclo de las 24 horas no siempre es tomado en cuenta a la hora de diseñar políticas urbanas.

Como concepto, la ciudad 24 horas no es un modelo nuevo. En los años ochenta, el sociólogo estadounidense Murray Melbin trazó una analogía entre la escasez de suelo y la escasez del tiempo, convirtiendo a este último en la “nueva frontera” en el proceso de urbanización. Pocos años más tarde, el término “ciudad 24 horas” surgió casi de manera simultánea en distintas partes del mundo como una plataforma para mejorar la seguridad nocturna de los centros urbanos y un catalizador de procesos de regeneración. Sin embargo, desde sus orígenes, el concepto estuvo cargado de desconfianza por parte de aquellos que temían que activar las ciudades durante la noche no dejaría lugar para el descanso, el ocio y la salud mental de los ciudadanos...

El País: Las ciudades nocturnas obligan a gestionar la otra mitad del día


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