El joven diseñador que llegó a París en los años sesenta para mejorar sus dotes de costura apenas imaginaba que acabaría vistiendo a la intelligentsia global, de los ajustados jerséis de cuello Perkins de Steve Jobs a las voluminosas gabardinas de Zaha Hadid. Como Fortuny había hecho con el Delphos, Issey Miyake revolucionó el mundo de la moda con sus plisados, que en lugar de trabajarse sobre el tejido se aplicaban al bies sobre la prenda acabada y se fijaban con una máquina que aplicaba calor. Aunque tras sus diseños hubiese sofisticados procesos de ingeniería textil, hasta su muerte el 9 de agosto infundió en ellos el sentido cotidiano y lúdico de su admirado Noguchi: bellos, llamativos, pero siempre cómodos, fáciles de lavar y de guardar en la maleta.[+]