1934-2014
Con la muerte de Hans Hollein, Viena perdía el último representante de una tradición de diseño que acaso se remontaba a Hoffmann y Loos. Eclécticas e inconformistas, las primeras obras de Hollein fueron teteras, joyas y gafas, además de pequeños y provocadores edificios, como la tienda de velas Retti (1966) o la Joyería Schullin (1974), definidos por una materialidad sofisticada que daba cuenta de la mejor sensibilidad vienesa. Ya desde estos fulgurantes inicios, Hollein sorprendió por la libertad con la que aludía a la historia de la arquitectura, por sus desmentidos al funcionalismo moderno presentados en manifiestos como ‘Alles ist Architektur’ («la arquitectura no surge de la función; es la función la que se adapta a la arquitectura»), y por su confianza mesiánica en que la disciplina volvería a ser un arte formal puro, ideas atestiguadas en el Museo de Arte Moderno de Frankfurt o el Museo Abteiberg, que le valieron el Pritzker en 1985, y a los que seguiría su obra más emblemática en Viena, la Haas Haus. Hollein no volvería a alcanzar en sus trabajos posteriores la brillantez de estos proyectos, pero siguió siendo hasta su muerte la referencia indiscutible de una cultura vienesa tan sutil como apasionadamente local.