La crisis financiera ha desacreditado en buena medida el modelo de las grandes operaciones inmobiliarias y urbanísticas asociadas a la construcción de un icono. Pero lo cierto es que día a día no dejan de producirse, de un extremo a otro del mundo, encargos que se sostienen en la confianza de que un edificio, asociado a una firma de prestigio, puede ser por sí mismo el catalizador del crecimiento de la economía o el turismo de una ciudad. Tal es el caso de Manchester, una ciudad capitidisminuida desde la reconversión industrial de las décadas de 1970 y 1980, y que busca hacerse un hueco como «genuino contrarresto cultural de Londres». Este afán se confía a la construcción de un edificio para las artes, The Factory, que será diseñado por OMA/Rem Koolhaas tras haberse concedido por el ayuntamiento los permisos necesarios. La operación costará en total unos 110 millones de libras —de los cuales 78 corresponderán a fondos estatales—, y permitirá levantar en una zona industrial en desuso un centro de artes escénicas donde podrán representarse ópera y ballet clásicos y performances experimentales, sirviendo de marco al Manchester International Festival. Todo ello se alojará en un edificio compuesto por dos piezas: una escueta caja de hormigón levantada del suelo y un expresionista cuerpo bulboso de vidrio. Recurriendo a la retórica recomendada en estos casos, Ellen van Loon, socia de OMA encargada del proyecto, ha declarado que el edificio «permitirá cambiar el modo en que vemos el mundo, y el modo en que el mundo ve Manchester». Puro optimismo.