El 9 de marzo falleció a los 92 años Eugene Kohn, uno de los tres pilares de la oficina neoyorquina Kohn Pedersen Fox. Fundada en los económicamente difíciles años setenta, hoy multinacional con sucursal en tres continentes, a ella se deben muchas de las torres corporativas que despuntan en skylines del mundo entero: un éxito cuya formula —típica de manual de emprendimiento— radicó en la reunión de dotes sociales, inventiva y talento empresarial que aportaban respectivamente los socios. El extrovertido Kohn, que no se tenía por creador nato pese a su buen ojo, se convirtió en la cara más visible de la firma, y utilizó su labia para seducir a presidentes ejecutivos con diseños con el punto exacto de innovación para resultar contemporáneos sin arriesgados gestos.