Algunos pensaron que, con el estallido de la crisis inmobiliaria y el fin de las grandes inversiones públicas, las grandes empresas constructoras españolas se vendrían abajo. Se equivocaron. Aunque es cierto que siguen estando muy endeudadas, ninguna de ellas ha visto menguar sustancialmente sus cifras de negocio. Han compensado las pérdidas en España con el nuevo El Dorado de la contratación internacional. En total, el 83 % de la cartera de proyectos de estas empresas está hoy conformada por obras en el extranjero: unos 75.000 millones de euros sólo para el primer semestre de 2013. Es el caso, por ejemplo, del colosal contrato del AVE La Meca-Medina (6.736 millones), el Metro de Riad (6.030 millones) o el recientemente terminado Metro de Panamá (1.460 millones). Ni siquiera la sombra del Canal ha podido frenar adjudicaciones como la del Metro de Lima, un jugoso proyecto que ACS y FCC construirán por 3.900 millones de euros. Son datos que dan fe de la agresividad financiera de estas empresas y de su capacidad de gestionar políticas de contratación diversas, pero también de una solvencia técnica en su manejo de las grandes escalas que sólo pudieron obtener en una época en la que en España se construía más que en el resto de Europa. Durante aquellos años, la burbuja fue la incubadora de un monstruo alimentado con fondos de cohesión y dinero público. Hoy, el monstruo ha sabido adaptarse a otros ecosistemas más favorables.