Espacios del saber
Cuatro bibliotecas materiales
Las bibliotecas han sido uno de los símbolos de la sociedad burguesa. Confinadas antaño en el corazón de los monasterios y de los palacios como reductos de un saber lejano y elitista, las bibliotecas se convirtieron en uno de los espacios públicos por antonomasia de las ciudades capitalistas y cada vez más democráticas que surgieron de la Ilustración. Nunca faltaron en los catálogos tipológicos del siglo XIX, donde acompañaron a los parlamentos, las óperas, los pasajes y las estaciones de ferrocarril para ir rellenando el canónico puzle de piezas de la ciudad burguesa. Y tampoco faltaron en las actualizaciones de ese catálogo que produjo el siglo XX, en el que la biblioteca, devenida muchas veces en ‘mediateca’, fue incorporando poco a poco el saber propio de los nuevos sistemas de transmisión de la información: el disco, la cinta, el CD.
Hoy, las bibliotecas están experimentando un profundo proceso de transformación que, si por un lado las ha puesto en crisis debido a que el acceso a la información se ha desplazado del libro a la Red, por el otro ha mantenido las bibliotecas en cuanto monumentos cívicos que propician el intercambio físico entre las personas, como sugieren el Centro Jacob y Wilhelm Grimm de Dudler y la Biblioteca de Qatar de OMA. Se trata de un proceso complejo del que hemos venido dando cuenta en estas páginas (véanse Arquitectura Viva 135 y 204), y que complementamos ahora recogiendo cuatro ejemplos en los que la búsqueda del decoro y la monumentalidad cívica se combina con una exploración en los materiales que contribuye a incardinar las bibliotecas en los contextos donde se construyen y a dotarlas de una atmósfera característica.
El primer ejemplo es la biblioteca de OMA en Caen (Francia), una cruz de vidrio que contribuye a reforzar una zona urbana en plena transformación, y cuyo interior se define por una presentación escenográfica de las estanterías que convierte a los libros en una especie de joyas. El segundo es la biblioteca de Max Dudler en Heidenheim (Alemania), que se inserta como una monumental cuña en un difícil solar, y cuya poderosa envoltura de ladrillo resuena con la cultura material del lugar. Por su parte, la biblioteca de Sebastián Irarrázaval en Constitución (Chile) forma parte del proyecto de reconstrucción de la ciudad tras el tsunami de 2010, y está construida con una estructura de madera rasgada por tres grandes ventanales. Finalmente, la biblioteca en Beidaihe (China) de Vector Architects posee un rotundo exterior de hormigón armado en el que se disponen un sutil celosía y una gran grieta acristalada que se abren al cercano mar.