Una broma. La última ocurrencia estrambótica en periodo electoral. Una locura. La candidatura de Benidorm a la lista de bienes Patrimonio de la Humanidad, en las categorías de Bien Cultural y Natural, hecha pública esta semana, ha sido criticada y parodiada. Las imágenes que desde el NODO y las películas del destape hasta ahora nos han llegado de la localidad alicantina que reinventó en 1956 el alcalde Pedro Zaragoza no ayudan mucho a tomársela en serio. Concentraciones de turistas añosos tostándose al sol, un punto más allá del negro que siempre luce Eduardo Zaplana —uno de sus insignes alcaldes—, olas de rascacielos proyectando sus sombras sobre la arena de las playas, británicos en chanclas tomando fritanga y cervezas a mansalva, Manolo Escobar a todo trapo... Eso, todo el año. Para muchos, el infierno en la Tierra, aunque otros lo ven como el paraíso. Terrenal y de clase media, sin duda, pero paraíso...