La creación en 1966 del Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas de Cuenca no solo fue fruto del empeño pionero de Fernando Zóbel; fue también el comienzo de un capítulo apasionante de la historia cultural española. Proyecto insólito por sus obras y arquitectura, el de Cuenca fue un espacio de libertad creativa y de formación del gusto para varias generaciones de artistas, y alcanzó pronto fama internacional, hasta el punto de que Alfred H. Barr, director del MoMA, llegara a afirmar que se trataba del «pequeño museo más bello del mundo». Ahora, con ocasión de unas obras de climatización del Museo, la Fundación Juan March —administradora desde 1981—, ha montado una exposición itinerante de sus fondos, cuyo exquisito catálogo da cuenta de las vicisitudes históricas y sociales de la hoy ya clásica institución.