Los lugares en los que nos enamoramos y desenamoramos son imposibles de apreciar bajo otra luz que no sea la nuestra, la más personal e íntima.
En otoño del curso 58-59, Andrea, de 19 años, se sentaba sola, fumando, en un banco del Instituto para la Formación del Profesorado de la nueva Ciudad Universitaria de Madrid. Sebas, de 18 años, la observaba siempre, hasta que un día se sentó con ella. Y empezaron a encontrarse allí, en el banco de Andrea, todos los días al salir de clase. Luego, él la empezaría a acompañar a casa, un portal señorial de la calle de Antonio Maura, pegado al Retiro, donde el arquitecto Secundino Zuazo...
El País: El amor después de Madrid