Fallecido el 28 de abril, el islandés Einar Thorsteinn formó parte de la secta de los arquitectos pitagóricos: aquellos que saben ver en la geometría menos un esquema rígido que una herramienta viva e intuitiva. Esta capacidad fue el fruto de su admiración por Buckminster Fuller y de su colaboración con el también recientemente fallecido Frei Otto en el diseño del Estadio Olímpico de Múnich. Desde entonces, Thorsteinn no dejó de investigar en las posibilidades de las estructuras ligeras y de los poliedros complejos, un trabajo que acometió en solitario —como en sus proyectos de estructuras tensiles para el clima islandés—, y asimismo asesorando a instituciones como la NASA o a creadores como Olafur Eliasson, con quien concibió la fachada cristalina del Auditorio Harpa en Reikiavik (véase Arquitectura Viva 152).