La imagen de bienvenida al visitante en el Centro de Fotografía KBr en Barcelona es un paisaje de gran formato en la que la vegetación está teñida de un violento y artificial color malva. Se trata de la selva amazónica pero, con esta radical manipulación del color, se introduce un mensaje: la alucinación, lo onírico, lo fantasmático. En efecto, la inmersión de Claudia Andujar en las tierras ignotas del Brasil es –parafraseando a Joseph Conrad– un viaje al corazón de las tinieblas. Este viaje se realiza con la cámara fotográfica, una ventana al mundo desde siempre asociada a la reproducción objetiva y exacta de las cosas. Y, sin embargo, en el caso de Andujar la fotografía es un instrumento de exploración de lo invisible, del misterio. Más aún, esa atracción hacia el origen y hacia lo primitivo –donde la civilización y el racionalismo pierden su nombre– es un itinerario iniciático a las profundidades del yo. Un viaje equiparable a la ingesta de substancias alucinógenas que, como sucede en los rituales chamánicos, abre el alma y ensancha las conciencias.
Claudia Andujar (Neuchâtel, Suiza, 1931) creció en un cruce de fronteras y culturas, como es frecuente con las familias de origen judío emigradas por la presión del nazismo. Formada en los Estados Unidos, casualmente llegó a Brasil. Entre viajes de ida y vuelta, en la década de los cincuenta empieza a consolidar su carrera como fotoperiodista y fotógrafa. Era el momento dorado de los reportajes fotográficos y de las revistas ilustradas tipo Life, que también arraigaron –aunque por un breve tiempo– en este país. Sus referentes eran Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, W. Eugene Smith…
El Cultural: Claudia Andujar, en el corazón de las tinieblas