El más esquivo y huraño de los pintores impresionistas, el primero que huyó de aquel París de la segunda mitad del siglo XIX hambriento de modernidad y alegría para regresar al mundo rural y tranquilo de su Provenza natal, fue, en palabras de Claude Monet, “el más grande de todos nosotros”. Paul Cézanne (Aix-en-Provence, 1839-1906), un artista que no logró la fama en vida ni el reconocimiento del público, fue un pintor de pintores admirado por algunos de sus contemporáneos y venerado por toda una generación posterior, que supo ver en él la genialidad posimpresionista de un visionario que comenzó a desmontar la mirada decimonónica del arte. Cézanne fue la puerta de acceso hacia la pintura moderna, y la exposición The EY Exhibition: Cezanne (sin el acento en el apellido, que nunca utilizó en la firma de sus obras), que aloja hasta el próximo 12 de marzo la londinense Tate Modern, agrupa hasta ochenta de sus pinturas, prestadas desde espacios públicos y colecciones privadas de Europa, Asia, Norteamérica y Latinoamérica...
El País: La Tate Modern expone la revolución silenciosa de la pintura de Cézanne