(1900-1998)
«No soy, ni mucho menos, un ejemplo de arquitecto. Independientemente de la humilde calidad demi obra soy, por el contrario, un buen ejemplo de lo que no debería hacer un arquitecto que quiera de veras serlo...» Estas palabras de Joaquín Vaquero Palacios corresponden a su discurso de aceptación de la medalla de oro del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, que le fue concedida en 1996, y que suponía el reconocimiento tardío de una parte de su obra parcialmente eclipsada por su faceta pictórica. Con ellas el pintor, escultor y arquitecto ovetense, que falleció el 28 de octubre, se refería a la dificultad de alcanzar el viejo ideal renacentista de integración de las artes, y al entrecruzamiento de disciplinas que caracterizó su trayectoria. Racionalista en edificios como las viviendas para el Instituto Nacional de Previsión en Oviedo (1934-1942), e historicista y vernáculo en el mercado de abastos de Santiago (1938-1942), el poderoso talento plástico de Vaquero Palacios alcanzó su expresión más genuina en los proyectos ingenieriles que realizó por encargo de Hidroeléctrica del Cantábrico, entre los cuales la presa de Salime (1954) y la central de Proaza (1964-1965).