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Un hallazgo holandés: Liesbeth van der Pol

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Un hallazgo holandés: Liesbeth van der Pol

Adela García-Herrera 
31/08/2002


Son muchas y en el futuro serán muchísimas más las mujeres arquitectas, pero una cosa es el número progresivamente creciente de ellas y otra su visibilidad profesional. Casi pueden contarse con los dedos de la mano los nombres de mujer que alcanzan el mismo reconocimiento que sus colegas. Con un libro como el que ha publicado el NAi sobre Liesbeth van der Pol nos damos cuenta de que esas mujeres están ahí; sólo hay que descubrirlas. Como sugiere uno de los textos introductorios del volumen, podemos empezar por detenernos en dos obras de Van der Pol terminadas en 1999: una es el cuartel de policía de Dronten, que recuerda, por su volumetría compacta y por la cualidad rugosa del ladrillo empleado, una fortificación medieval; la otra son unas viviendas en Haarlem fabricadas con materiales ligeros que evocan el futurismo amable de Archigram. A partir de aquí podríamos pensar que su autora no tiene una manera definida de hacer arquitectura —condición al parecer indispensable para obtener reconocimiento—, pero ésa sería una conclusión precipitada. A la vista del resto de sus proyectos es evidente que a Van der Pol le interesa más dónde construye y para quién, que producir formas reconocibles como suyas. Aunque la mayoría de lo que ha realizado hasta el momento son obras residenciales (véanse Arquitetura Viva 64 y 81), un edificio potente y delicado como el depósito del Museo Marítimo Holandés responde a las mismas motivaciones ‘prosaicas’ de uso y contexto. Sin abandonar las coordenadas de la normalidad cotidiana, Liesbeth van der Pol es una auténtica excepción en el panorama homogéneamente excepcional de la arquitectura holandesa contemporánea. 


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