Los madrileños José Selgas y Lucía Cano coinciden como autores y clientes de la pequeña nave que alberga su despacho, incrustada en un jardín particular y rodeada de árboles. Siguiendo una tipología de vagón, el espacio se divide longitudinalmente en una zona de trabajo con cubierta opaca en la que se disponen las mesas en peine y otra de circulación, cubierta por planchas moldeadas de metacrilato transparente que configuran también el cerramiento vertical, ofreciendo una vista continua del cielo y la vegetación. Uno de los lados cortos del prisma se levanta mediante poleas como una compuerta para permitir la ventilación natural y la apertura del estudio a la atmósfera del jardín.