Hace menos de una generación, el divorcio entre la tecnología constructiva y la expresión cultural en la arquitectura parecía irreversible. Excepto algunos edificios high-tech —en su mayoría poco atractivos para el gran público— la unidad humanista de arte y ciencia se había perdido irremediablemente. Sorprende comprobar lo rápido e inesperadamente que han cambiado las cosas. Entre los muchos factores y personajes que han contribuido a este cambio se encuentra, sin duda, la significativa figura del valenciano Santiago Calatrava.
Los edificios, puentes y muebles de Calatrava, junto con sus dibujos, esculturas e investigación científica manifiestan la posibilidad de una genuina unión de inteligencia racional y poesía, una síntesis que pocas veces se consigue en nuestro tiempo. Las construcciones de Calatrava superan las barreras convencionales existentes entre el pragmatismo, las estructuras y su expresión intelectual, y han sido capaces de generar un entusiasmo general hacia el arte de construir como no se experimentaba desde los años cincuenta. En sus obras, la tecnología deja de ser algo aburrido por definición. Más aún, demuestran que los artefactos útiles no tienen por que ser opresivos ni perturbadores para sus usuarios, sino que pueden llegar a producir placer e identificación... [+]